martes, 26 de enero de 2016

Sobre la pedagogía de la expresión musical


Son varios los elementos relevantes del pequeño libro de Lya Pintos de Tourn, Expresión musical infantil. Un aspecto importante en el desarrollo de la personalidad, publicado en Montevideo en 1967, con prólogo de Hugo Balzo.

Me resultan de actualidad varias ideas expresadas en él. En algún momento busqué algunos datos de la autora, sin encontrar prácticamente nada. Uno se queda con la idea de que es un trabajo que porta varias intuiciones (en el sentido más potente de la palabra), de esas que debieron pasar al gesto clandestino en los años siguientes y que sobrevivieron -si lo hicieron- solo subrepticiamente. La señora Pintos, pianista y educadora uruguaya, se habría ido a vivir a Chile.

Una pequeña biografía del libro refiere su labor en el Colegio Latinoamericano, institución que en su etapa fundacional abordó distintos frentes de innovación educativa; discutiendo y poniendo en la escena en aquel entonces conceptos como libre expresión y creación.

Transcribo a continuación algunas frases que subrayé en el libro hace ya algunos años. Sin que implique algún tipo de conclusión, resulta estimulante encontrar algunos puntos de contacto de sus planteos con: 1) el posicionamiento clínico y ético de Juan Carlos Carrasco -uno de los fundadores del colegio mencionado- en la comprensión de la expresión infantil y su abordaje; 2) la posterior concepción de una educación musical como vehículo para la emancipación de las sociedades que pretende el educador canadiense Murray Schafer, 3) un intento por periodizar etapas del quehacer musical de los niños, desarrollado por el educador francés François Delalande en las últimas décadas, de acuerdo al modelo piagetiano.

Me da la impresión de que la exposición sobre el desarrollo expresivo de la infancia se queda ligada a criterios de organización discursiva, elaboración y forma, propias de los parámetros de la tradición musical y pedagógica europea; lo que en última instancia es comprensible por razones epocales y no termina de resultar preocupante.

Préstese en cambio atención a la fuerza intuitiva -además de la claridad- de las siguientes ideas:

"¿Cómo encarar entonces, el problema de la educación musical en la infancia? Nosotros entendemos que debe ser encarado a través de la libre expresión, del mismo modo que la educación plástica. Tan solo aquellos casos en que aparezca en el niño una auténtica vocación artística, debe iniciarse en el memento adecuado la enseñanza de una técnica. Pero en todo caso no debemos educar al niño para que sirva a la música, sino permitirle que se sirva de ella para un desarrollo más armonioso de su personalidad" (:20).

Nótese esta referencia a la expresión como vehículo de la autoregulación homeostática:

"...la primera finalidad de la educación musical debe ser restituir al niño los medios de expresión espontánea que le permitan satisfacer sus necesidades creadoras y así encontrar un escape a sus tensiones para que pueda conservar su equilibrio interior" (:25).  

"Hemos sostenido también que el camino debe ser la libre expresión musical, y que a través de la autoexperimentación el niño va desarrollando aptitudes y descubriendo recursos mediante los cuales organiza su creación. Se ha dicho además, que esto es precisamente la música de niños, que tiene características tan propias como el dibujo y la pintura infantiles y que no puede valorarse con un criterio estético adulto. Ahora bien, ¿quiere decir esto que no debemos preparar a los niños para que en el futuro sepan valorar y disfrutar el arte musical? Todo lo contrario. Podemos afirmar que llega un momento en que el niño escolar, que ha vivido suficientemente el fenómeno musical, comienza a dirigir su interés comprensivo hacia la obra de arte, a encontrar analogías con su propia actividad y se convierte en un oyente capaz de valorar excepcionalmente lo que recibe" (:26).

"Respeto absoluto por la creación infantil, mantenerse en el plano de un observador pronto a brindar la ayuda requerida en un momento dado, favorecer en todo momento la autodeterminación, la independencia, la formación de un juicio propio, fomentar la integración al grupo, brindar aceptación básica al niño, no emitir juicios ni valoración sobre lo que este realiza..." (:30).

"Las normas no deben ser punitivas sino simplemente tendientes a proteger el grupo y mantener el clima; libre expresión no significa caos ni juego libre. La ausencia de estas normas en la actividad tienen resultados muy negativos para el niño, creándole la desadaptación a otros medios, inestabilidad, angustia, inseguridad" (:30).





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