martes, 10 de noviembre de 2015

Falsas palabras de aliento


 
Gárgola de la Iglesia de los Padres Carmelitas, Montevideo

 ¿Se puede estar en la batalla sin dar pelea?
 Extrañamente la pregunta parecería aludir a un imposible.
 Tengo ahora la impresión de algún día, un relato agitador,
 la visión de una idea.
 Porque qué decir ante el dolor de los demás.
 Distinto cuando se funda en una pequeña diferencia.
 Entonces comprendes lo aparente.
 Y que aun así persevera, cualquier ciudad del mundo lo atestigua.
 Oirás tanto descrédito en nombre de motivos sombríos.
 Digo distinguir lo inevitable de lo innecesario.

miércoles, 21 de octubre de 2015

La simbolización: entre el piano y el psicoanálisis.


 
Edvard Munch, Muchacha al piano. Munch Museum, Oslo

Johannes Stenger

Esta comunicación la elaboré para leerla en las XV Jornada Corpolinguagem / VII Encuentro Outrarte - II Jornada de Investigación: Formación de la Clínica Psicoanalítica en el Uruguay; realizadas en la Facultad de Psicología (UR) entre el 6 y 9 de octubre de 2015.


Hacia comienzos de la década de 1970 en Montevideo, la psicoanalista Aída Aurora Fernández y la pianista y compositora Renée Pietrafesa, crearon un modelo novedoso de psicoterapia grupal que incluía a ambas en sus roles habituales: el de la interpretación de los sentidos del habla y de la música, respectivamente. Algunas posibilidades del dispositivo fueron presentadas a la comunidad clínica en el artículo titulado “Las posibilidades de la función simbolífica en musicoterapia”, publicado en el Boletín de la Asociación Uruguaya de Musicoterapia (1972, Año 3, Nº1), con efectos inciertos en cuanto a la recepción o resonancia que pudiera haber obtenido en dicho colectivo.

Cuarenta años más tarde el artículo presenta la lozanía que produce la inventiva clínica, cuando agencia en su producción con el afecto, la sensibilidad y la inteligencia. La experiencia situaba sus hipótesis en un terreno fronterizo entre un marco referencial de intervención grupal psicoanalítico y la música como práctica estética y campo de saber que produce efectos sobre el objeto de la intervención psicoterapéutica.

En el siguiente trabajo procuro generar resonancias históricas, teóricas y técnicas con aquel modelo de abordaje. Observo que se presenta un doble registro semántico, uno el del lenguaje, otro el de la música como experiencia inefable. Las intervenciones musicales operaban desde la semejanza o el contrario con la situación emocional experimentada por el grupo o proponían una síntesis de su conflicto afectivo.

De esta manera se compondrán los fragmentos de un recorrido que deriva entre las posibilidades de la invención; la producción y el uso de las teorías; el orbe freudiano y su ambivalencia con la escucha musical; el quehacer clínico desde esta región del mundo. En ningún caso esta búsqueda procura una modalidad de saber concluyente, sino interrogativa capaz de sintonizar con el espíritu fermental del modelo abordado.

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Antes de llegar a la curva que hace el 42 cuando va por Asencio y da la vuelta para tomar Suárez, vi brillar al sol, como antes, los rieles. Después, cuando el tranvía va por encima de ellos, hacen chillar las ruedas con un ruido ensordecedor. Pero en el recuerdo, ese ruido es disminuido, agradable, y a su vez llama otros recuerdos.
Felisberto Hernández, Por los tiempos de Clemente Colling

Algo fermental de aquel entonces pasaba a la clandestinidad en el Río de la Plata, obviamente también para la interrogación por la subjetividad. Luego habría retoños, reencuentros imposibles, saludos postergados. Historias que se ofrecen con sus contenidos manifiestos, negados y renegados. Puestas en situación, demarcaciones de diferencias. Un reflejo que trae a la memoria otros recuerdos. Algunos protagonistas mostrando el valor de la prudencia.
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Dicen que mientras tanto, en los primeros años de la década del setenta, Aída Aurora Fernández se destacaba como psicoanalista en Montevideo, y Renée Pietrafesa como pianista, compositora e improvisadora. Aída sería más tarde una de las introductoras de la enseñanza de Lacan en Uruguay, pero en ese entonces su técnica y escritura lucían aun el semblante generacional de la bondad y la maldad kleiniana; así como una sostenida interrogación por los procesos de simbolización. Renée era por su parte -lo sigue siendo- protagonista de las vanguardias estéticas y tradiciones de la música culta. Mujeres de espíritu ecuménico, amigas, viajeras, creadoras.
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En 1972 publicaron “Las posibilidades de la función simbolífica en musicoterapia”. Dice Reneé que lo escribió Aída a partir del trabajo conjunto. Allí presentaron a la comunidad clínica algunas consideraciones teóricas, técnicas y estéticas de su práctica de análisis grupal con música; según un modelo clínico que ellas mismas desarrollaban. Al ver que algunos de los tópicos abordados en esa experiencia siguieron siendo materia de pensamiento me pregunté qué recepción de esos planteos habría sido posible en la comunidad clínica de entonces. Algún tiempo de sondeo me permitió ver que la resonancia fue prácticamente nula y pensé que acaso la pregunta no tendría más función que sostener un posible recorrido en la memoria, en los documentos y en los conceptos. Cuántas experiencias innaugurales después de todo no tienen resonancia alguna, más aun en estas tierras -que fueran llamadas- sin ningún provecho.
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En 1960, doce años antes, la interrogación por la función de simbolización y el lenguaje en nuestra comunidad clínica, se la puede encontrar en el artículo Trastornos del lenguaje en psiquiatría, de Jorge Galeano Muñoz1. Explica que la función de simbolización, en tanto producto específico del lenguaje, se caracteriza por su sentido operacional: esto es, que un niño simboliza, supongamos, la agresividad de su padre en un animal. El autor explica: “La simbolización no es una simple comparación aceptable entre dos cosas ni tampoco una relación dialéctica que comprenda los aspectos pertenecientes de una en la otra, permitiendo la sustitución representativa de uno por otro, del símbolo por lo simbolizado. Si una cosa puede ser sustituida por otra, es porque ambas representan, a su vez, a otra cosa diferente de ellas y esta otra cosa diferente es lo simbolizante. Es decir, el proceso de la simbolización comprende al símbolo, lo simbolizado y lo simbolizante. No habría relación simbólica entre un símbolo y lo simbolizado sin que exista lo simbolizante, que siempre es un hacer del sujeto” (1990: 25). Proceso que enfatiza una operación singular de afirmación subjetiva. Fernández y Pietrafesa hablan no obstante, de función simbolífica. ¿Porqué no mantendrían el significante función simbólica, término en uso entonces y vigente ahora? ¿De qué línea de sentido querrían desmarcarse? Pienso que el cambio respecto a esta otra noción más corriente lo trae la intención de trabajar teóricamente con aquello que la música arrastra consigo, la potencia inefable, lo indecible de experimentarla y su puesta en la clínica, como herramienta de intervención no verbal.
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Planteamos comprender esta práctica produciendo la propia instalación y sus efectos clínicos, sobre un doble registro semántico, vehiculizado en la sincronía del trabajo clínico: por un lado el lenguaje y lo decible; por otro la música como experiencia inefable. Así podría comprenderse el uso del término función simbolífica y qué diferencia llegaría a señalar al terreno clínico. Encontré ese mismo término en la traducción al castellano de la obra de Susanne Langer, citada por las autoras, a cuya explicación dedican los traductores un pie de página: “Langer emplea el término symbolific compuesto por el sustantivo symbol y la descinencia -ific, con el significado de ´´generador de símbolos´´, ´´configurador de símbolos´´” (1958: 59). Expresión que permitiría no quedar pegado a la idea de lenguaje, y sí entonces ligarse a las posibilidades productivas que desencadena la escucha musical como experiencia estética.
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Renée me comentó hace algunos años del trabajo con Aída. Algunos meses más tarde le pido para entrevistarla. Acepta el encuentro y me espera con una copia del trabajo publicado en el hoy ilocalizable Boletín de la Asociación Uruguaya de Musicoterapia, Año 3, Nº 1, agosto de 1972.
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Trabajaban con grupos de 8 a 10 personas, “constituidos de manera homogénea con sujetos que presentan trastornos neuróticos de dificultad de adaptación, de aprender o realizar tareas productivas y en especial con incapacidad para verbalizar sus conflictos” (1972: 3). Lo que concuerda bastante con la inhibición de la capacidad de trabajo referida por Freud en Inhibición, síntoma y angustia.
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En una sala amplia los pacientes sentados en forma de medialuna se ubican dispuestos hacia la psicoterapeuta. Renée sentada a espaldas de los pacientes frente a un piano, alcanza a mirar a los ojos de Aída; comienza a tocar sin mediar palabra de su parte. Interpretaba músicas del barroco, clasicismo o romanticismo europeo; o improvisaba incluyendo recursos de las estéticas musicales del siglo XX. La opción de una u otra música la daba su lectura del “momento afectivo que atravesara el grupo”. Alguna persona comenzaba a hablar o continuaba el silencio. Decían: la pianista “devuelve al grupo, por medio de sus improvisaciones, una síntesis de las situaciones conflictivas que surgen durante las sesiones” (1972: 3).
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¿Cómo se transforma la lectura del momento afectivo del grupo, en una devolución musical mediante una pieza o improvisación capaz de sintetizar un afecto grupal? La idea de la síntesis introducida por las autoras permite pensar el ensamblaje de una máquina clínica que pueda agenciarse en dos funcionamientos básicos: la semejanza y el contrario; antiguos principios de la medicina hipocrática, que el antropólogo François Laplantine actualizó para describir los sistemas de representación terapéuticos contemporáneos, y que a mi entender interesan para hipotetizar el funcionamiento subyacente a la intuición clínica de la pianista en el instante previo al primer sonido, momento de máxima potenciación entre poiesis e inmanencia, instante fecundo del pensamiento musical/contratransferencial dirigido finalmente a la producción de un sentido musical. En el texto de 1972 plantean inicialmente un funcionamiento entre afecto grupal y música mediante una correspondencia que planteo ahora considerar contraria. Dicen las autoras: “Según el contexto afectivo-conflictual por el que esté moviéndose el grupo, se inicia con la ejecución en el piano de un autor determinado. Por ejemplo puede ser alguna obra de Bach, o autores de su época, si el grupo se encuentra en un momento de elación2; si por el contrario el grupo está muy deprimido, puede ser útil iniciarlo con algún trozo estimulante de la obra de Beethoven. También solemos iniciar el trabajo con algún romántico, Shumann, Schubert, etc., si las fantasías grupales aparecen en ese momento con tendencias a inmovilizar el trabajo del grupo”. De esta cita me interesa en primer término el interés por desarrollar una técnica del inicio de la sesión, como momento articulador, en definitiva, de la composición de cada encuentro clínico. El fragmento ilustra por otra parte un elemento del funcionamiento de los campos estéticos de la memoria cultural: me refiero a la posibilidad de generación de representaciones sobre la naturaleza afectiva, no ya de la obra de un compositor sino, incluso, sobre los períodos estilísticos en que las desarrollaron. En otro momento la música comenzó operando desde la semejanza afectivo-musical, y en otro desde una recapitulación afectiva hasta sugerir la propuesta de una síntesis musical, la misma referida a un proceso que el grupo desarrolló en tres tiempos de una sesión: primero, la situación regresiva llegaba a situaciones extremas de demanda transferencial, lo que produjo en el grupo temor por sus posibles efectos, temor al ridículo y a provocar el rechazo de las terapeutas, “fantasía inconsciente -explican- del temor al rechazo de la madre”, (1972: 4), que condujo finalmente a un silencio angustioso. Instalado este silencio-afecto, allí comenzó a escucharse el piano, recapitulando un proceso musical análogo al de la vivencia del grupo. Un fragmento de carácter infantil de la sinfonía “La sorpresa” de Haydn, glosó primero el estado regresivo inicial del grupo, contrastante con el silencio-afecto inmanente. “Continuó luego con un complejo modo de expresar la duda, la contradicción, el temor al rechazo de las terapeutas”, a través de una improvisación. Para concluir con una pieza de Bach, una sarabanda de una de sus partitas. De allí nuevamente se pasaría al registro semántico del lenguaje, con una intervención verbal de Aída.
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En el contexto de estos años, esta experiencia y la llamada Psicoterapia dinámico expresiva, -entre otras posiblemente- establecían una diferencia entre posibilidades clínicas “meramente catárticas” o de “catarsis emocional” y aquellas referentes a la simbolización, entendidas respectivamente como descarga económica y modo de elaboración con valor semántico3. Nuestras autoras refieren estas nociones al explicar un elemento orientador relativo a la técnica de abordaje: “Sabemos que existen otras formas más activas de musicoterapia, en las cuales los integrantes del grupo ejecutan o percuten algunos instrumentos que se facilitan previamente, pero consideramos que este modo de realizarla, se acerca más a una catarsis emocional, que a la concientización de los problemas que emergen en el trabajo con el grupo de pacientes”. Tampoco era un principio rígido, eventualmente podían proporcionar una cítara o integrar clínicamente el acercamiento de un participante del grupo al piano y su expresión en él. Pero, en esto insistían y resulta interesante por lo incipiente de la técnica y el abordaje, “creemos que el beneficio terapéutico de la música, se da en mayor grado en el encuentro de su contenido simbólico con las significaciones inconscientes del sujeto”. Que así comprendían el símbolo, siguiendo a Susanne Langer: produciendo sentido en la singularidad del sujeto, cuyo significado no se encuentra fijado previamente (1958: 274).

Referencias

Carrasco, J. C. (2010) Aportes II. Comentarios sobre una práctica psicológica. 1959-2008. Montevideo: Edición del autor
Fernández, A., Pietrafesa, R. (1972) “Las posibilidades de la función simbolífica en musicoterapia”, Boletín de la Asociación Uruguaya de Musicoterapia (1972, Año 3, Nº1)
Freud, S. (1988) Inhibición, síntoma y angustia. Volumen 16. Bs. As.: Hyspamérica
Galeano Muñoz, J. (1990) Un itinerario: artículos, textos. Montevideo: Trilce
Langer, S. K. (1958) Nueva clave de la Filosofía. Bs. As.: Sur 
Laplantine, F (1999) Antropología de la enfermedad. Bs. As. Ediciones del Sol.

1Agradezco esta observación a la Lic. Raquel Lubartowski.

2 DRAE: elación.
1. f. Hablando del espíritu y del ánimo, elevación, grandeza.
2. f. Hinchazón de estilo y lenguaje.
3. f. p. us. Altivez, presunción, soberbia.

3Juan Carlos Carrasco, Mauricio Fernández y Yolanda Martínez lo plantearon a partir de 1960 al diferenciar la Psicoterapia dinámico expresiva de lo que llaman terapia “meramente catártica”, ya que el abordaje que estaban proponiendo implicaba un tránsito por la elaboración psíquica. (Carrasco, 2010: 61)

martes, 4 de agosto de 2015

El síntoma del músico.




 El majo de la guitarra, Giovanni Battista Tiepolo
 
En mi Trabajo Final de Grado en Psicología (Universidad de la República), relevé diversos abordajes que convergen en la problemática de las lesiones de los músicos. Se trata de una contribución hacia una comprensión interdisciplinaria del tema, ya inscripto en la llamada medicina de las artes interpretativas.

Según estimaciones epidemiológicas más de la mitad de los músicos viven una lesión limitante a lo largo de su carrera; superando el 80% en el caso de los profesionales. En el trabajo revisé elementos de la esfera subjetiva, las condiciones socio históricas de producción de la lesión y las representaciones relacionadas a la interpretación musical y sus lesiones musculoesqueléticas.

Procuré primero generar una comprensión del fenómeno; luego analicé elementos de prevención; y posteriormente señalé aspectos generales de la situación terapéutica planteados en la literatura académica. 

A partir de marcar referencias sobre el estado del arte señalé la pertinencia del desarrollo de este campo en nuestra región y del estudio de las prácticas ya desarrolladas (fundamentalmente en el ámbito preventivo y educativo). 

La psicología ha aportado en torno a la toma de conciencia de los factores de riesgo y se plantea el problema de su abordaje; la cuestión de la vivencia traumática que se produce en el músico; el impacto en su vida y en las instituciones donde se desempeña.
En el trabajo intenté mostrar además que desde la psicología se puede contribuir al diálogo de los diferentes abordajes.

miércoles, 8 de julio de 2015

Escala cromática


Hoy que nada puede ser dicho
no diré más que palabras verdaderas

Saludaré tu ansia de visión
los blancos cartuchos, su rocío

La ejemplar explicación de hacer la foto

Es luz la que contabas
y volabas sobre harina

Así será el canto que te viene y que te has sido

Un día te revelerás en luz que hiciste
Y otra vez la medianía
no opacará el brillo en la ventana

A guardar la cámara, los párpados cansados
que llevás el mejor encuadre
y le posas la mano